16 de abril de 2012

 

Al sur, al sur, está quieta

esperando

Montevideo

(Mari Benedetti).

 

Al atardecer se queda muy quieta. Se deja hacer mientras el sol se desparrama por el Río de la Plata. La luz explota y despide franjas de color naranja sobre cerca de millón y medio de montevideanos. Entonces, no son protagonistas ni el amarillo y el negro de Peñarol, ni el rojo, el blanco y el azul de Nacional. Aunque, poco a poco, algunos de sus tonos entran en escena: el sol difumina el cielo con acuarelas amarillas, rojas y hasta violetas.

 

 

Las palmeras se quedan quietas también, más quietas incluso que la rambla. Los más sabios ceban el mate y apuran los puchos. En las terrazas, si no hace frío, los tertulianos sueltan sus "ta" alrededor de una cerveza. Hay quien señala que enfrente, en la otra orilla, Buenos Aires observa sin ser vista. Algunos se acuerdan de Los hijos de Gardel, esos que "tienen hijos en París en Barcelona que conocen Uruguay de una postal". Otros, simplemente, se mojan los pies en Playa Ramírez cuando baja la marea.